
Imagen tomada de Pixabay
Suena el despertador. Abro los ojos y, apenas empiezo a tomar noción de la vida, se rebobina una armónica voz en mi cabeza. Repite una canción tradicional de China. (Es que los días anteriores debí aprendérmela para el acto de fin de curso del idioma chino-mandarín). Me levanto muy perturbada, deprimida, con calor; y, por si fuera poco, la espantosa luz del sol se filtra por la ventana de mi habitación. Yo me preparo rápidamente, mientras, mi mente reproduce las líneas de un tema musical que alaba la belleza de la flor de jazmín. Sigue leyendo
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