
Ella caminaba por la ciudad una mañana templada de otoño. El panorama era gris debido a las nubes y al cemento de la urbe. Un viento que parecía ser una mezcla de aire húmedo y frío, como si se estuviera andando en aguas eólicas. La explicación era que llegaba a la ciudad desde el río, varias cuadras más abajo. Era domingo, su día de franco, y Rebeca aprovechó para comprar ropa. Ya había conseguido un trabajo unas semanas atrás y no tenía tanto repertorio, así que era hora de ampliarlo. Muchos compañeros la miraban con cejas levantadas. Ella asumía que era por su atuendo de colores y su cabello semilargo con algunos pelillos parados en su coronilla. “Por no ser como todos ellos”, agregó interiormente.
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