
Ella apagó la computadora de escritorio que estaba al lado de muchas otras máquinas similares. En su mochila dorada guardó un cuaderno grueso con huellas de antigua humedad. Se dirigió a la puerta para irse, puesto que ya había cumplido con su jornada laboral. La joven de 20 años trabajaba en el lugar desde hacía poco tiempo. Se despidió de sus compañeros de forma general, algunos de los cuales se quedaron hablando un rato más, y comenzó a salir. En eso estaba cuando una colega la llamó:
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