Recuerdo que ese día era como cualquier otro. Es decir, nunca me imaginé que después habría
cambios. Yo llegué al punto de encuentro luego de haber atravesado el puente frágil y ancho que está suspendido sobre el único río de la ciudad que se une con el cielo. Lo atravesé volando, ya que no me cuesta nada, que para eso tengo el don. Hacía mucho calor, eso sí. Sigue leyendo
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